Curiosidades
LA SEMANA SANTA DE CALAHORRA, DECLARADA “DE INTERÉS TURÍSTICO REGIONAL” POR SU SINGULARIDAD La Semana Santa de Calahorra (La Rioja) fue declarada Fiesta de Interés Turístico Regional en 1998 por aglutinar originalidad, tradición, historia y diversidad en su conjunto. Esta declaración fue la primera de esta índole en producirse en la Comunidad Autónoma de La Rioja. El arraigo de esta celebración tiene su bases asentadas en el pasado romano y cristiano de la Ciudad. Calahorra (Calagurris Iulia Nassica) es la segunda ciudad de La Rioja, pero durante la época del Imperio Romano fue una de las ciudades más importantes del norte de la Península. Estaba dotada de importantes infraestructuras y fue cuna de personajes tan cruciales como Marco Fabio Quintiliano, profesor de retórica y autor de la “Institutio Oratoria”, y Aurelio Prudencio, poeta fundamental en el estudio de los orígenes del cristianismo. Los patronos de la ciudad, San Emeterio y San Celedonio, soldados romanos, fueron martirizados por profesar la fe católica. En Calahorra la tradición romana se entremezcla con la gran devoción cristiana. EL ASOCIACIONISMO, MOTOR DE LA SEMANA SANTA El motor de la Semana Santa de Calahorra tiene un matiz especial: La masiva participación ciudadana, puesto que son dos asociaciones locales (La Cofradía de la Santa Vera Cruz y la Asociación Cultural Grupo Paso Viviente) y las encargadas de elaborar toda la programación propia de la Semana Santa en la ciudad, de un mes aproximado de duración, así como de coordinar a más de 3.000 personas que participan de forma activa en la elaboración de los actos. LA TRADICIÓN DE “TRABAR” A HOMBRO La mayor parte de las procesiones discurren por el Casco Histórico de la ciudad (cruce de culturas romana, musulmana y judía) con calles angostas y grandes cuestas. Por ello, en 1685, Calahorra fue la única ciudad de España junto a Toledo, que consiguió una exención a la prohibición papal de procesionar imágenes en andas. Hoy en día, todos los pasos, algunos de más de 1.000 Kg. de peso, aún son portados o “trabados” a un solo hombro, manteniendo la tradición. 42 PELDAÑOS DE PENITENCIA La mayoría de las procesiones finalizan en el Templo de San Francisco. Para acceder a su entrada es necesario subir una escalinata de tres tramos que comunica la calle inferior (Cuesta de la Catedral) con la de llegada al Templo de San Francisco (Rasillo de San Francisco), con un total de 42 peldaños, lo que supone un esfuerzo adicional en la recta final y un atractivo añadido al público asistente. LA CUSTODIA DE LOS PASOS, EN MANOS DE UNA ÚNICA COFRADÍA Calahorra ampara y custodia bajo una única Cofradía (la Cofradía de la Santa Vera Cruz) todos los pasos que se procesionan, 20 en total. Es la única cofradía en la Ciudad y la responsable de la organización de todas las actividades procesionales y de carácter religioso. Aglutina a más de 1.800 cofrades. LA CIUDAD DE LA VERDURA, PRESENTE EN LA DECORACIÓN DE LOS PASOS DE SEMANA SANTA En los años 40, ante la imposibilidad económica de decorar los pasos con adornos florales, los calagurritanos decoraban los pasos con verduras y hortalizas de la zona, como berzas y coliflores (desde 2003 con Indicación Geográfica Protegida, distintivo de calidad que otorga la Unión Europea), o también con laurel (condimento habitual en los guisos riojanos). En la actualidad algunos pasos mantienen la tradición de incluir en su decoración floral alguno de estos productos, como recuerdo del pasado y seña de identidad actual de la “Ciudad de la Verdura”. GREGORIO FERNÁNDEZ EN LA IMAGINERÍA CALAGURRITANA El Monasterio de San José (también denominado Convento de las Carmelitas Descalzas) alberga en su interior uno de los grandes tesoros de la imaginería española: “El Cristo Atado a la columna” de Gregorio Fernández, talla barroca de 1625 realizada por encargo de las religiosas del Monasterio, que viven en régimen de clausura y compaginan la vida religiosa con la elaboración de una exquisita repostería tradicional. Curiosamente, esta talla es la única que existe en el norte de España y posee similares características a las existentes en Madrid (Conventos del Sacramento y la Encarnación), Valladolid (convento de Santa Teresa de Jesús) y Ávila (convento de Santa Teresa), puesto que todas ellas reproducen la columna troncocónica de piedra llevada a Roma desde Jerusalén en 1223 por el cardenal Colonia, considerada como la auténtica. Esta talla, junto a otras cuatro, el procesionado Ecce Homo (Templo de San Francisco), la venerada Virgen del Carmen (Santuario del Carmen) y el retablo de la Sagrada Familia (Monasterio de San José) forman la excelente colección de obras atribuidas a este gran imaginero. EL JUEGO DE LOS BORREGOS Las madrugadas del Jueves y del Viernes Santo, cuando las procesiones se retiran, decenas de calagurritanos y bastantes forasteros se citan en dos locales de la ciudad (el Casino Principal y la Unión Calahorrana) para jugarse “los cuartos” a los borregos. El de “los Borregos” es un juego que se desarrolla sobre una mesa de billar. Con un rodillo, el tirador golpea ocho bolitas colocadas en línea, apuntando hacia un foso situado en la esquina opuesta de la mesa. Si se introduce un número par de bolas, hace buena. Por el contrario, hace mala si caen en el agujero una, tres, cinco o siete. En caso de que ninguna bolita llegue al foso, la tirada se declara nula. Al tercer nulo, el jugador pierde el turno. En una zona de la mesa, acotada por una línea blanca, el tirador coloca lo que desea envidar. No hay límites, ni máximos ni mínimos, pero sí una condición: alguien debe cubrir su apuesta. A continuación se realiza la tirada. Si el jugador hace “buenas”, coge el dinero que hay sobre la mesa y vuelve a apostar. Si el jugador hace “malas”, pierde el turno. Lo más cuestionado del juego es que sólo los hombres tienen derecho a jugar. Las mujeres no pueden acudir ni siquiera como espectadoras. Se desconoce su origen, cómo surgió la idea de ponerlo en marcha por primera vez e incluso cómo es posible que lograse sobrevivir al Régimen Franquista, que no se atrevió a prohibirlo tácitamente, hecho que permitió que pudiese sobrevivir a la historia. Las dos jornadas (Jueves Santo y Viernes Santo) son la única ocasión anual para poder disfrutar de este ancestral juego.